De la inspiración a la práctica

Esta reflexión la escribí el día miércoles 19 de marzo, cuando estaba recién comenzando con Emet. Este fue el escrito que dio paso a mi taller “De la inspiración a la concreción” que estaré realizando por segunda vez ahora en una semana (el día 08 de octubre).

La inspiración y la constancia

Uno de los principales desafíos para el ser humano, y particularmente en el mundo de la espiritualidad y el crecimiento personal, es mantener la constancia en la práctica del auto-conocimiento.

Toda nueva idea comienza con un chispazo, y toda nueva práctica surge de un momento de inspiración en el que nos conectamos con la Fuente y sentimos esa certeza absoluta que nos guía por el camino correcto.

Es una certeza que va más allá de la mente y las palabras, ya que se siente profundamente en el corazón y se conecta con la voluntad que emana desde el plexo solar, impulsándonos hacia adelante. La certeza de que, por ejemplo, deberíamos agradecer más el regalo de la vida. O la certeza de que deberíamos pausar más y comenzar o retomar una práctica de respiración consciente. O la certeza de que es tiempo de perdonar y enmendar la relación con ese amigo o familiar. 

Sin embargo, ¿cuántos de esos chispazos de inspiración llevamos realmente a la práctica?

“Es una certeza que va más allá de la mente y las palabras, ya que se siente profundamente en el corazón…”

Las trampas del ego

El gran desafío al pasar de la inspiración a lo concreto es la falta de constancia en nuestra práctica. 

Constancia se define como “la voluntad, inquebrantable y continuada por la determinación para hacer o realizar alguna tarea o función especifica”. Es decir, ser constantes implica la capacidad de perseverar frente a la adversidad mediante la voluntad de sostener esa práctica que, gracias a la inspiración, supimos que contribuye a nuestro desarrollo personal y perfeccionamiento del alma.

Para ello, es fundamental ejercitar la voluntad con prácticas que nos saquen de nuestra zona de confort y nos ayuden a atravesar el límite mental del «no puedo». Puede ser algo como zambullirse en un río helado o animarse a una clase de baile que nunca nos atrevimos a tomar.

El «qué» no es lo importante, sino que entrenar el músculo de la voluntad y desprogramar al cerebro de ese patrón inconsciente que insiste en convencernos que «no podemos».

Y, al mismo tiempo, es fundamental desarrollar la perseverancia, que es la capacidad de continuar con algo en el tiempo a pesar de las dificultades que se presentan en el camino.

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“Es fundamental ejercitar la voluntad con prácticas que nos saquen de nuestra zona de confort y nos ayuden a atravesar el límite mental del «no puedo»”

Pero cuando hablamos de prácticas de crecimiento personal y desarrollo espiritual, el gran obstáculo siempre son nuestros egos, que nos juegan trucos mentales para convencernos de que la práctica que estamos realizando, o que queremos comenzar, no vale la pena.

Comúnmente, decimos que «no tenemos tiempo», pero luego pasamos horas doomscrolling por Instagram o TikTok. O nos convencemos de que, incluso si realizáramos la práctica, no tendría el efecto esperado, y caemos en la desesperanza. O, simplemente, nos olvidamos y nos convencemos que tenemos «cosas más importantes que hacer».

Sin embargo, ¿qué puede ser más importante que el perfeccionamiento de nuestra maestría personal? 

Y luego de que fallamos en nuestra acometida por las artimañas del ego, éste nos juega una pasada aún peor: nos convence de que debemos juzgarnos por nuestra falta de voluntad y nos lleva incluso a la autoflagelación mental por no haberle hecho caso a esa inspiración que recibimos cuando estábamos conectados con la fuente y libres del ego.

Para salir de este ciclo vicioso de inspiración y juicio, y transitar en cambio al ciclo virtuoso de la inspiración a la práctica y la maestría, es fundamental alejarnos de la idea de la perfección.

Si me propongo, por ejemplo, hacer una práctica de respiración consciente cada mañana, no puedo esperar que todos los días sea «perfecta». Algunos días lograré conectar más profundamente y otros días lucharé contra el reloj mental que reza para que suene el timbre y podamos abrir los ojos. A veces encontraré el momento y el lugar adecuado para respirar, pero otras veces habrá un ruido molesto en la calle que me distraerá profundamente.

Lo importante aquí es perseverar y no dejar que la expectativa de una «práctica perfecta» arruine mi voluntad de ir al encuentro con constancia y perseverancia.

“El gran obstáculo siempre son nuestros egos, que nos juegan trucos mentales para convencernos de que la práctica que estamos realizando no vale la pena"

La maestría personal

También, es necesario hacer un ayuno de juicio para con nosotros mismos. Si un día olvidé mi práctica, no pude realizarla, o me vencieron las artimañas del ego, lo clave es practicar la auto-compasión: abrazarnos y no juzgarnos por haber fallado ese día.

Cuanto más caemos en el juicio y el rechazo hacia nosotros mismos, más poder le otorgamos a esos egos, que luego podrán convencernos con mayor facilidad que la práctica no vale la pena.

Por último, es fundamental recordar siempre que escogemos todos los días realizar la práctica por volición propia y no por algún ideal externo que nos hayamos impuesto.

La única manera de perseverar frente a las múltiples dificultades que nos enfrentamos en el camino es reconectar con aquel momento de inspiración original y volver a sentir el profundo beneficio que la práctica trae a nuestra vida.

Por ejemplo, si mi objetivo es practicar la gratitud, debo regresar a esa sensación inmaculada de gozo que brota al estar agradecido con Dios y con la vida, y no practicarlo porque “debo” hacerlo.

En el camino del desarrollo personal y espiritual, nunca hay un «deber ser», porque eso significa caer en un infantilismo que espera a que una figura de autoridad como nuestros padres o un maestro nos diga que hacer. Parte fundamental de la maduración espiritual es convertirnos en adultos de nuestras propias emociones, prácticas y procesos, tomando consciencia de que, en cada instante, soy yo quien elige cómo sentir, cómo reaccionar y qué hacer, sin obligaciones.


Gracias por leerme ❤️

Mi nombre es Benjamín Albagli Link y esto es Emet, un espacio para compartir reflexiones que nos invitan a mirar hacia adentro y recordar la verdad de nuestra alma.

Te invito a compartir tus pensamientos en los comentarios de lo que te dejó esta lectura.

Si resuena contigo, también te invito a conocer mis sesiones de acompañamiento individual y mis talleres grupales, donde llevamos estas reflexiones a la práctica de la transformación interior y espiritual.

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