Ansiedad y Gratitud: Una mirada desde la Neurociencia y la Mística
¿Se puede estar ansioso y agradecido al mismo tiempo?
Ayer me llegó un mensaje de texto repentino de una amiga que me preguntó si la gratitud era compatible con la ansiedad. Poniéndome mi gorrito de “coach”, le pregunté qué era lo que la tenía ansiosa pero agradecida al mismo tiempo. Me respondió que nada, que en ese minuto sentía gratitud, pero que se lo había leído a una psicóloga en Instagram y quería saber si era verdad.
Esta psicóloga decía lo siguiente:
¿Sabías que tu cerebro no puede estar ansioso y agradecido al mismo tiempo? Ambos son estados mentales incompatibles. Cuando sentimos ansiedad nos anticipamos a las amenazas y al peligro FUTURO, pero cuando experimentamos la gratitud se activa la calma en el PRESENTE.
Mi primer instinto fue descontar las palabras de esta persona porque, intuitivamente, puedo decir con certeza que miles de veces he sentido gratitud a la misma vez que he sentido ansiedad. Por ejemplo, muchas veces he experimentado con los mismos seminarios la inmensa gratitud de poder realizar una labor tan positiva y gratificante para el alma, pero a la vez los inevitables nervios antes de dar una charla para tantas personas. O también, por ejemplo, la gratitud de poder jugar un deporte que amo, como el tenis, pero la ansiedad que acompaña la anticipación de competir.
Desde la perspectiva de la psicología y la neurociencia, no es verdad que el cerebro no pueda estar ansioso y agradecido al mismo tiempo. Si bien es cierto que son estados mentales incompatibles que compiten entre sí, ya que la ansiedad activa el sistema simpático, que dispara respuestas de alerta como el aumento de cortisol y adrenalina, mientras que la gratitud activa el sistema parasimpático, que promueve la calma y conexión, el cerebro no funciona como un interruptor binario que simplemente se apaga y se prende. El cerebro es un sistema complejo en el que se activan simultáneamente distintas redes, permitiendo entonces la coexistencia de estados mentales competitivos como la ansiedad y la gratitud, o el miedo y el amor.
Lo que sí podemos afirmar es que a mayor gratitud, menor ansiedad, y viceversa, porque activan sistemas nerviosos que compiten entre sí. Cuando entramos en un estado mental de gratitud, es verdad que nos conectamos con el momento presente y promovemos, tanto emocional como fisiológicamente, la calma y la paz interior, mientras que el estado anticipatorio del futuro, que es la ansiedad, promueve la aceleración del ritmo cardíaco y la agitación interna.
“El cerebro no funciona como un interruptor binario que simplemente se apaga y se prende.”
La Gratitud Plena
Esta reflexión sobre ansiedad y gratitud me llevó a pensar qué creía yo realmente sobre esta afirmación compleja, que contiene distintas caras de una misma verdad, y llegué en mi interior a concluir que, en el nivel más esencial de la realidad, es verdad que no podemos sentir ansiedad y gratitud al mismo tiempo. No obstante, esto solo puede ocurrir si nos conectamos con algo que llamo la Gratitud Plena, que es ese sentimiento tan especial pero escurridizo en el que nos conectamos con la verdad de nuestra alma en el momento presente y sentimos absoluta gratitud por todo lo que ha sido, todo lo que es y todo lo que será.
Es un estado de presencia absoluta en el que somos capaces de agradecer hasta la situación más compleja que hayamos vivido, o a la persona más “mala” que nos haya tocado en nuestra vida, porque las comprendemos como parte del plan divino. La Gratitud Plena es un estado del Ser donde reina la Paz, donde traemos el Cielo a la Tierra y donde habitamos la aceptación radical del momento presente, que nos genera esa alegría del alma que tanto nos gusta experimentar.
Sin embargo, ¿podemos simplemente conectarnos con esta Gratitud Plena a piacere? ¿Es un interruptor que podemos prender y apagar? ¿Basta con escribir en nuestro cuaderno las cosas por las cuales estamos agradecidos y, ¡chaz!, nos conectamos con ese estado del Ser?
En mi experiencia personal, puedo decir que la Gratitud Plena no funciona de esta manera. Sí, podemos cultivar la gratitud (con minúscula) en el día a día por medio de prácticas de oración, meditación o escritura, pero no creo que podamos entrar en este estado elevado de existencia por voluntad propia. En mi experiencia, la Gratitud Plena simplemente aparece en nuestras vidas, a veces de la manera más inesperada posible, por obra de la Gracia Divina.
La Gracia Divina está conectada con el atributo divino de la Bondad, porque implica un dar incondicional en el que no se pide nada a cambio, y no hay nada que uno pueda dar para recibir ese Regalo. La Gracia Divina trasciende la regla universal de que todo lo que uno da lo recibe, y todo lo que uno recibe lo da, porque es un Presente que nos entrega Dios para sentir su Fuerza, su Amor y su Luz incondicionalmente.
“Es un estado de presencia absoluta en el que somos capaces de agradecer hasta la situación más compleja que hayamos vivido…”
La interpretación mística de la Gracia Divina
La palabra hebrea que se refiere a la Gracia Divina es jen (חֵן), que en los textos místicos judíos se comprende como un «encanto espiritual» que le otorga Dios a los justos, que son aquellos que viven una vida alineada con el camino del Espíritu. El jen no es algo que uno pueda cultivar propiamente tal, sino que es un don, o un «favor gratuito» concedido por Dios. La Gracia Divina, en la mística hebrea, es un Regalo que desciende de lo alto y se posa sobre lo humano, generando una especie de resplandor en el alma de la persona.
Este resplandor hace que la persona encuentre favor en los ojos de los demás al igual que en los ojos del Creador. Para algunos maestros cabalistas, el jen es el encanto del alma que hace que la buena acción resuene y sea recibida con dulzura. En uno de los principales textos de mística judía, el Zohar (que significa «Resplandor» en hebreo), se explica que cuando una persona encuentra gracia en los ojos de los demás, no es por su carisma personal, sino porque su rostro refleja la Luz Divina. Este brillo es una manifestación de la Presencia Divina (Shejiná) que se posa sobre cada persona y que acompaña a Dios en la Creación del mundo.
En la tradición de sabiduría rabínica, se utilizan distintas técnicas de interpretación textual para acercarse a la Verdad. Para ello, se analizan los versículos bíblicos, desmenuzando sus líneas e historias para adquirir un conocimiento espiritual más profundo. El cuarto y último nivel de interpretación textual es el que emplean los místicos y que se llama sod, o «secreto».
El Zohar, libro que mencioné previamente, es uno de estos textos de sabiduría mística que analiza versículos bíblicos aplicando técnicas de Cábala para llegar a una verdad más profunda sobre distintos temas. Uno de estos temas, precisamente, es el jen, o Gracia Divina, que aborda con la historia de Noé, ya que se dice en el libro de Génesis:
«Noé halló jen ante los ojos de Jehováh» (Génesis 6, 8)
Para interpretar este versículo, el Zohar nos explica que no es casualidad que la primera vez que aparece la palabra «Gracia Divina» en la Torá esté asociada a Noé, o Noaj, como se le conoce en hebreo. Esto se debe a que, lingüísticamente, jen (חֵן) y Noaj (נֹחַ) están estrechamente relacionados debido a que la palabra Noaj es un anagrama de la palabra jen. Entonces, para el Zohar, la figura bíblica de Noé es aquel que representa la Gracia Divina encarnada en la Tierra.
Por lo tanto, nos preguntamos: ¿quién era realmente Noé? Lo conocemos por ser el héroe en la historia del diluvio universal, el único hombre recto que pudo salvarse del castigo divino y preservar toda la fauna del mundo en su famosa arca. Sin embargo, el Zohar hace énfasis en otro aspecto del personaje: no en lo que hizo, sino en lo que significa su nombre.
Noaj (נֹחַ) en hebreo proviene de la raíz menujá (מנוחה), que significa descanso o quietud interior. Por lo tanto, se interpreta que fue esa quietud interior encarnada en Noé la que se convirtió en Gracia. Noaj encuentra el favor en los ojos de Dios en un momento de absoluto caos y corrupción en el mundo, y fue precisamente su impasibilidad en un momento tan complicado que lo salvó de la destrucción universal.
El nombre de Noaj, que significa descanso, tranquilidad y reposo, nos enseña que cuando hay quietud interior, aparece la Gracia Divina, que es como un refugio que nos entrega Dios. Al igual que en la historia de Noé, todo el mundo a nuestro alrededor puede estar “patas arriba”, pero aún ahí podemos encontrar el refugio divino, representado por el arca.
Ese refugio, regalo misericordioso de Dios, aparece precisamente como resultado del cultivo de la quietud interior. El misticismo hebreo la comprende no como pasividad o pereza (recordando la entrada anterior del blog), sino como un estado de armonía activo que aparece cuando se equilibran las fuerzas opuestas del alma, como el dar y el recibir, o el movimiento y la quietud. En este estado de armonía activo no dejamos de hacer cosas, sino que entramos en tal conexión con lo que es, que sentimos ese gozo espiritual profundo de estar en sintonía con la Creación.
“Para algunos maestros cabalistas, el jen.es el encanto del alma que hace que la buena acción resuene y sea recibida con dulzura.”
Esta idea también nos recuerda al wei wu wei taoísta, o ese «hacer no haciendo» que enseñan los maestros orientales. El Tao nos enseña que cuando nos conectamos con el flujo natural de la creación y actuamos sin esfuerzo, dejamos que las cosas encuentren su propio curso, como el río que, a pesar de su calma, avanza inevitablemente.
La Gracia Divina, entonces, aparece cuando nos conectamos con ese estado profundo del Ser que los místicos hebreos conocen como menujá, o que los sabios chinos conocen como wei wu wei. Es un reposo que surge no de la pasividad o la inactividad, sino de una aceptación tan plena del momento presente que llegamos a comprender la armonía de la Creación y la voluntad divina. Podemos ser incluso como Noé, que halló reposo interno aun cuando todo el mundo externo se destruía a su alrededor.
Esto significa que, más allá de cualquier situación difícil que estemos viviendo, siempre tenemos el potencial de conectar con la perfección de la Creación y entrar en armonía con el propósito divino, encontrando el refugio que es la quietud interior que habita en lo profundo de nuestros corazones. Ahí es donde conectamos con la Gracia Divina y recibimos la misericordia de Dios que nos da incondicionalmente, sin pedirnos nada a cambio. Y es precisamente ahí, en conexión absoluta con el momento presente y disfrutando el gozo de la Gracia de Dios, que podemos sentir esa Gratitud Plena, esa gratitud-con-mayúscula en la que solo existe el momento presente y sentimos una paz interior completa.
Entonces… ¿Se puede estar ansioso y agradecido al mismo tiempo?
Volviendo, entonces, a la discusión inicial: ¿se puede sentir ansiedad y gratitud al mismo tiempo? La respuesta, como buena respuesta mística o taoísta, es que sí y no a la vez. Es decir, que si hablamos de la gratitud-con-mayúscula que acabamos de analizar, por supuesto que no hay espacio para la ansiedad porque implica una conexión absoluta con el momento presente. No obstante, si hablamos de la gratitud-con-minúscula, aquella que sentimos cuando conscientemente agradecemos cosas, situaciones o personas en nuestra vida, por supuesto que puede coexistir con la ansiedad.
Por lo tanto, cuando leas cosas como que el «cerebro no puede estar ansioso y agradecido al mismo tiempo», no te sientas una mala agradecida o incluso “mala” por sentir esa ansiedad. Puedes estar agradecida de todo lo que te ha dado la vida y a la vez sentir miedo por el futuro o no estar del todo en paz.
El único momento en que esa sensación se disipa es cuando nos conectamos con el Presente: ya sea en la menujá, esa quietud interior donde aceptamos radicalmente lo que es, o en el jen, la Gracia Divina que nos llega como ese gran Presente, regalo de la misericordia y la bondad absoluta de Dios.
Gracias por leerme ❤️
Mi nombre es Benjamín Albagli Link y esto es Emet, un espacio para compartir reflexiones que nos invitan a mirar hacia adentro y recordar la verdad de nuestra alma.
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